La MEDICINA INTERNA es el tronco común del que se han ido desarrollando las diferentes especialidades médicas.

Hace 1 siglo, un médico no cirujano, con buena formación, era capaz de acumular los suficientes conocimientos científicos para ser un médico internista (“experto en enfermedades de los órganos internos”) y aún no estaba justificado, por ser escasas las técnicas disponibles (se acababa de iniciar la radiología) y por no ser extensos los conocimientos científicos y los medios terapéuticos, el ser especialista en un solo órgano.

Cuando a lo largo del último siglo se fue acumulando el conocimiento científico y desarrollando técnicas diagnosticas para cada órgano o sistema , cada vez mas sofisticadas y complejas, se fueron desarrollando las especialidades médicas “específicas de órgano o sistema”.

¿Qué papel tiene entonces la Medicina Interna en el siglo XXI?. En primer lugar quedó claro que siguen siendo totalmente necesarios especialistas que tengan conocimientos de “amplio espectro” de todos los órganos y sistemas, ya que muchos pacientes presentan cuadros que afectan a varios órganos o, al inicio de su proceso, no está claro qué órgano u órganos han enfermado y el internista es capaz de estudiarlo en su conjunto y orientarlo, resolviendo, pidiendo las técnicas apropiadas a los diferentes especialistas, o enviando al paciente a uno de ellos si el proceso requiere una alta especialización.

Las enfermedades multisistémicas son un campo propio del internista.

Otro papel clave del internista es el manejo de los cada vez más frecuentes pacientes pluripatológicos, con afectación de varios órganos vitales por diferentes enfermedades.

También como interconsultor en pacientes quirúrgicos para el manejo pre y posoperatorio, etc.

Y por último no hay que olvidar que la mayoría de enfermedades frecuentes de cualquier órgano o sistema están al alcance del internista con la misma capacidad que los especialistas “ de órganos”: neumonías, EPOC, insuficiencia cardiaca, diabetes etc.